Los animales en aymara

 Los animales en aymara

 Ahora vamos a mencionar a algunos animales que conviven con nosotros y otros no. Pero queremos saber como se les dice en aymara.






Perro : anu


Burro : qalakayu


Llama : qauwa


Vaca : waka


Oveja. : pachita


Qaqilu : caballo


Phisi. : gato


Wanku : conejo


Khuchhi : wari


Qamaqi : zorro


Uthunku : jaguar


Kusillo : mono


Jukumari : oso


Añthaya : zorrino


Raton : achaku


Gallo : kanka


Gallina : wallpa


Sapo : jamplatu


Juku : buho


Kalla : loro


Pili : pato


surge en la década del 70. Hasta entonces el término aymara aludía a un tipo de lengua que hablaban los aborígenes que vivían en los Andes, en el altiplano boliviano y peruano, en el sur de Ecuador y en el norte de Argentina y Chile. De acuerdo con Renato Aguirre,2 los antecesores de los actuales aymaras (o aymaraes) nunca supieron que se llamaban así. Durante la Colonia y la República los originarios de la región altiplánica de los Andes eran nombrados por los españoles y criollos como “indios”. Los mismos indígenas se reconocían como indios para afirmar su diferencia, su identidad y su cultura, como también para reivindicar sus derechos, su libertad y su ciudadanía. En Bolivia, después de la guerra del Chaco (1936), se impuso la identidad campesina como una forma de ciudadanización. En 1973, en el primer manifiesto de Tiwanaku, se hizo referencia a lo aymara como una cualidad identitaria que caracteriza la forma de ser de un pueblo, de una cultura. En 1976 el reconocimiento de Juan Condori Uruchi3 como aymara, la reivindicación de la personalidad aymara —de acuerdo con Xavier Albó (1988) y Carlos Mamani (2001)—, constituye una de las primeras formas de esta autoidentificación. Se afirma lo aymara ya no como una lengua ni como un atributo particular de los indígenas, sino como un nombre que identifica la forma de ser de un pueblo, de una cultura y de una nación.




Actualmente, la identidad aymara tiende a cristalizarse con más amplitud en sus conceptos y a ser vivida con mayor intensidad; al mismo tiempo se convierte en un referente que influye en el desarrollo de la identidad de las comunidades, como también en los sujetos individuales y colectivos. Pero la identidad aymara se enfrenta a su vez, a diversas valoraciones sociales y autovaloraciones que obligan a desarrollar estrategias, referentes, símbolos y argumentos para caracterizar la especificidad de un pueblo o nación. Los aymaras se reconocen a sí mismos dialogando con las valoraciones sociales de indio (identidad étnica) y de campesino (identidad de clase), reconstruyendo sus autovaloraciones de etnia y de clase. En la lucha por reivindicar sus derechos y su autodeterminación, los aymaraes, a través de distintas organizaciones y movimientos, se afirman como indios, como campesinos y como aymaras propiamente dichos. Estas tres identidades constituyen los marcos identitarios que dan sentido a sus proyectos, a sus estrategias de lucha y a sus objetivos como la liberación del pueblo indígena, el respeto a la diferencia, el reconocimiento a la condición de nación originaria, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el desarrollo de las comunidades aymaras.




Identidades regionales y locales de los señoríos




En los tiempos antiguos, después del colapso del imperio de Tiwanaku, y hasta antes de la Colonia española, los aymaras constituyeron una sociedad articulada en diferentes señoríos establecidos en diferentes regiones del altiplano andino. Nunca fueron una sociedad homogénea, no conformaron un estado único como el imperio Inca. Al contrario, en distintas regiones se establecieron distintos señoríos, pero enfrentados entre sí; vivían en constantes guerras, como los desarrollados entre collas y lupacas que vivían en permanentes enfrentamientos.




En consecuencia, no existía una identidad que expresara el modo de ser único de los diferentes señoríos. Cada señorío tenía su propia identidad regional, se afirmaba como diferente de aquellos señoríos con quienes tenían rivalidades. Entre ellos se reconocían y se consideraban como jaqi (gente o persona humana) y se diferenciaban por ejemplo de otros como los uru, una etnia que vivía en las riberas y en las islas del lago Poopó. Las identidades eran más regionales, definidas en torno a las cualidades espaciales y geográficas que caracterizaban a los territorios que ocupaba cada uno de los señoríos.




Desde 1172, fecha en que los señoríos y reinos aymaras se expanden con la caída de Tiwanaku, hasta 1430 —fecha en que estos señoríos son conquistados por los incas—, los antecesores de los actuales aymaras no se consideraban aymaras, no supieron que eran aymaras o que se llamaban así (Aguirre, s/f). Tampoco existía identidad alguna que expresara el modo de ser, la cultura de los pueblos en estos reinos. Cada cual se desarrolló con su identidad regional, local o étnica. La identidad qulla o qullasuyu, por ejemplo, fue un nombre asignado por el conquistador inca, más que una identidad construida por este señorío. La rivalidad existente entre ellos hace pensar que no buscaron conformar una sola sociedad o Estado como el inca, ni buscaron identificarse bajo una sola identidad. Aunque sí establecieron interrelaciones comunicándose a través una lengua, el jaqi aru. Entre muchos otros aspectos, la lengua (jaqi aru) fue un atributo cultural común a todos estos reinos o señoríos.




Identidad indígena




La identidad indígena se instituye en la Colonia como una identidad étnica que no expresa la forma de reconocimiento del propio pueblo. Esta identidad no partió de la percepción que los reinos originarios tenían de sí mismos, sino fue una identidad asignada por las sociedades o grupos dominantes. De acuerdo con Maya Pérez (2004), la identidad étnica es una forma de clasificación que ejercen las sociedades o grupos dominantes para designar a otros. Lo étnico es:




... un tipo específico de dominación que se sustenta y argumenta sobre la base de la diferencia cultural, y que se emplea para explicar y justificar relaciones asimétricas y de subordinación sobre los grupos sociales considerados, desde el poder, como culturalmente diferentes (Pérez 2004: 1).




Según la misma autora, ningún grupo social se autodenomina como étnico, ni se autoadscribe como tal. Es el grupo dominante el que asigna una identidad clasificatoria a un grupo social para diferenciarse de él y dominarlo. Si un grupo social llega a reconocerse como etnia, o aceptar la identidad externa que lo clasifica de este modo, lo hace porque así es denominado por un grupo dominante en el ámbito social o académico. Si algún grupo se autodenomina como etnia, o acepta la heteroclasificación emitida e impuesta desde el poder, es porque ha interiorizado esa forma de clasificación social (Pérez 2004: 9).




Identidad campesina




Después de la guerra del Chaco (1933-1936), empiezan a producirse cambios importantes en la vida política del país. Esa guerra marca el fin del sistema de partidos tradicionales y la emergencia de nuevos partidos populares y de izquierda, como el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) entre otros. Con ellos se introduce el término "campesino" para designar a los indígenas que se caracterizan por desarrollar tareas productivas en las áreas rurales. Estos partidos inspirados en la ideología marxista al introducir el concepto de clases sociales, redefinen el carácter de la lucha de los sectores populares e indígenas frente a la oligarquía minera y terrateniente, pero también los modos de clasificación, identificación y categorización de los grupos sociales. Bajo este marco se cristaliza y desarrolla la identidad campesina.




II. Identidad aymara




La identidad de los pueblos o naciones originarias, como aymaras, es una construcción creada por los movimientos indígenas y campesinos aproximadamente desde hace 30 años. La lengua aymara, en su condición de atributo cultural, se ha constituido en identidad aymara por la acción creativa de los movimientos sociales, sobre la base de una memoria histórica y de la visualización de proyectos de revalorización cultural y desarrollo de los pueblos originarios.




En realidad "aymara" es el nombre de una lengua que hablaban los señoríos o reinos que habitaban desde 1172 en la cuenca del lago Titicaca, río Desaguadero y lago Poopó, luego de la caída del imperio de Tiwanaku (Aguirre s/f: 2). Pero, como se señaló anteriormente, este término no fue el nombre con el que estos reinos o señoríos llamaban a su lengua; ellos no supieron que su lengua se llamaba así. Es más, estos señoríos no se reconocían como aymaras, nunca supieron que se llamaban aymaras. Este nombre aparece cuando Polo de Ondegardo en 1959 denominó “aymaras” a estos reinos y señoríos. Según Aguirre, se llamó aimara —término de origen español—, al idioma cuyo nombre real era jaqi aru (jaqi = gente o humano y aru = lengua) y a aquellos que hablaban el idioma jaqi aru, quienes se llamaban a sí mismos jaqi (Aguirre s/f: 18).




De acuerdo con Martha James Hardman (1988), la lengua aymara es miembro de la familia lingüística llamada jaqi. Hoy en día se hablan tres lenguas de esta familia en los Andes: el jaqaru, el kawki y el aymara (1988: 162). La lengua aymara es el jaqi aru, la lengua humana (Hardman 1988: 163). Etimológicamente, se ha mostrado que aymara hace referencia a jaqaru o jaqi aru. Sin embargo, la misma autora no tiene certeza sobre el origen de la palabra aymara.




Al referirse al origen de los aymaraes y quechuas, Simón Mampara (2001) afirma: ...




sabemos que venimos de más allá de los tiwanakutas e inkas, aymara quiere decir que venimos del purumpacha (tiempos de la oscuridad, que está en la profundidad de la pacha). Es decir, históricamente venimos de muy lejos, de jayamara (2001: 109).




Los antecesores de los actuales aymaraes vienen de tiempos muy remotos o lejanos, el aymara es jayamar jaqi —gente de tiempos muy lejanos—. De igual forma, la lengua de estos seres de tiempos lejanos es llamada jayamar aru —lengua de los tiempos remotos— (Alvi, 1995), o jayamar jaqi aru —lengua de los hombres de tiempos lejanos—. Posiblemente con estas deducciones y con la información lingüística recogida en 1559 sobre el Kullasuyu, Polo de Ondegardo llamó aymaraes a la gente (jaqi) de los señoríos o reinos de la región. En realidad “aimara” es una castellanización de jayamar aru, un nombre español que alude al jaqi aru (lengua humana). Este nombre con el que Polo Ondegardo designó a los indígenas que hablaban el jaqi aru es una heterodesignación, un reconocimiento que hace que el aymara aparezca como una identidad designada.




Sin embargo, el jaqi aru, hoy conocido como lengua aymara, fue un atributo cultural, un rasgo que caracterizó a los indígenas. Los levantamientos de Tupak Katari en La Paz (1781) y de Tomás Katari en Potosí, la lucha por la reivindicación de las tierras y de las comunidades, por la supresión de la explotación y la liberación de los indígenas, significaron también la defensa de los valores y las costumbres, la defensa y reivindicación del jaqi aru, (lengua aymara) en tanto rasgo o atributo cultural. Durante la República, el levantamiento de Zárate Willca (1899), la lucha legal de los caciques apoderados (1912-1939) por la reivindicación de las tierras, llevaron a observar y apreciar los propios valores, a plantearse el problema de la educación y la propia lengua. Las gestiones para instalar escuelas rurales, iniciadas en 1912, llevaron a la necesidad de pedir al gobierno una educación con maestros indígenas, por un lado, para que les enseñara bien y, por otro, para que lo hicieran a través del aymara. La educación indígena iniciada por gobiernos liberales, cuyo objetivo era castellanizar al indio, generó reacciones ambivalentes hacia la propia lengua, y llevó a apreciar la lengua castellana como instrumento de conocimiento, supervivencia y movilidad social. La lucha del "Centro Bartolomé de Las Casas" (1930) y de la "Sociedad República del Qullasuyu" (1929) además de estar orientada —según Ramón Conde— a la alfabetización e instrucción de los indios, también procuró la defensa de los derechos comunitarios y la recuperación de las tierras (Conde 1992: 114). Sin duda, entre 1919 y 1952, la afirmación sobre las propias tierras, y el saber leer y escribir, fueron aspectos importantes en la reivindicación de la identidad de los indígenas. En este proceso, el aymara es considerado como una lengua, un rasgo cultural que caracteriza a los indígenas.




En 1930, un momento histórico en la reafirmación lingüística, la lengua aymara fue valorada pública e institucionalmente por la Sociedad República del Qullasuyu como lengua indígena:




 indígenas. En el Código de la Educación Boliviana, aprobado el 20 de enero de 1955, se reconoció la importancia de las lenguas nativas en los siguientes términos.




Artículo 115.- La acción alfabetizadora se hará en las zonas donde predominen las lenguas vernáculas, utilizando el idioma nativo como vehículo para el inmediato aprendizaje del castellano como factor necesario de integración lingüística nacional (Serrano 1968: 30, en Choque 1996: 170).




Para el gobierno de la Revolución Nacional (MNR 1952-1964) y el de los militares (1964-1978), el aymara era una lengua de los campesinos, una lengua que se empleaba para fortalecer la identidad nacional.




Con el nacimiento –a principio de la década de los 70– del movimiento indígena "katarista"6 se inicia una etapa importante en la construcción de la identidad aymara. Con la recuperación y revalorización de la historia de los indígenas, de la memoria cultural —con la emergencia de líderes indígenas como Tupan Katar (1781), de Zárate JICA (1899) y con la revalorización de la lengua aymara, como símbolos culturales—, se empezó a construir un proyecto de liberación de los indígenas y de reorganización de las comunidades.




En este proceso de afirmación de la identidad indígena, se tiende a especificar lo propio de los indígenas de lengua aymara, quechua o de las tierras bajas. La lengua se convierte en un referente que marca la diferencia entre los indígenas aymaraes, quechuas y urus. A partir de los sentidos de la identidad compuesta indígena-campesina se configura la identidad aymara.




El Primer Manifiesto de Tiwanaku (1973) constituye un documento donde la identidad aymara se visualiza, adquiere sentido en un contexto donde se significa a la identidad campesina e indígena. En los siguientes textos se aprecia una diversidad de sentidos en torno a la identidad indígena, campesina y aymara. Se puede observar una ambivalencia en el reconocimiento de la identidad, la presencia de una identidad compuesta (superpuesta) de múltiples identidades o la figura de una identidad con varias definiciones:




Nosotros, los campesinos quechuas y aymaras lo mismo que los de otras culturas autóctonas del país... (Primer Manifiesto Tihuanaco, 1973: 1).




Pedimos colaboración a la iglesia católica y evangélica a que nos "colaboren en este gran ideal de liberación de nuestro pueblo aymara y quechua. Queremos vivir íntegramente nuestros valores sin despreciar en lo más mínimo la riqueza cultural de otros pueblos (Ibíd., 1973: 8).




Estas dos expresiones muestran que entre la identidad campesina e indígena se señala la especificidad cultural del pueblo aymara y quechua. Se muestra que la lengua aymara, además de ser una cualidad cultural, es un criterio de definición y reconocimiento de la identidad.




Para Xavier Albó (1988) y Carlos Mamani (2001), la primera afirmación de la identidad aymara se hace pública en 1976. En el Semanario de Última Hora —el 4 de junio de 1976

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